lunes, 9 de febrero de 2009

Sesión 4 (6-feb-2009) [Crónica de Estela]


La primera sesión del año nos guardaba una sorpresa, Darío, que tras las presentaciones oportunas comenzó a contarnos que es lo que íbamos a hacer durante el tiempo que va a estar con nosotros. Lo primero en lo que se basa el método es en la IMPROVISACIÓN en grupos de cinco personas. Sentí casi miedo al oír esa palabra, interactuar con cuatro compañeros sin saber lo que va a hacer cada uno parece difícil, pero podía resultar divertido. Los siguientes conceptos parecían facilitar las cosas, la escucha, la atención y por supuesto mantener la concentración. La sesión prometía y tras “unos minutos” de charla nos pusimos en marcha. Lo primero, empezar a fijar la atención en distintos puntos mientras nos movíamos por el espacio, ya fueran los ojos de un compañero o un punto en la pared y empezamos a jugar entre nosotros con las miradas, con las distancias y con los movimientos siguiendo las pautas que marcaba Darío, pero siempre sin saber que harían nuestros compañeros. Quizá esa incertidumbre es la que lo hacía más divertido.


Seguimos trabajando también con la concentración y la escucha, todos nos movíamos pero si alguien decidía pararse todos debíamos hacerlo. Al principio nos costó bastante, pero poco a poco fuimos avanzando hasta llegar a hacerlo casi de inmediato. Empezábamos a escucharnos.

Más tarde vino el momento más divertido. Se requería de la máxima concentración, y nos costó bastante mantenerla. Todos en círculo debíamos pasarnos una ola de energía. Hasta hay fue bien. Metimos cambios de sentido, y no fue mal. Pero después vinieron los saltos de compañeros y los saltos de compañero con cambio de sentido, y llegó el caos... y las carcajadas. Había momentos en los que estábamos realmente perdidos, pero felices. Al final lo conseguimos (más o menos, que nadie es perfecto).


Ya teníamos la concentración y la atención pero nos faltaba profundizar un poco más en la escucha y la presencia escénica. Para ello empezamos, en grupos de cinco y frente a un público, por adoptar distintos grados de tensión muscular. Y volvieron las risas. Después, con la misma estructura de grupo y continuando con las pautas que nos iban marcando debíamos mantener a dos de los cinco integrantes del grupo en cuclillas y los otros de pie y todos con la mirada al frente. Parecía fácil, sólo había que ver quien se movía e intentar cumplir la norma, pero desde fuera se veía que realmente no siempre lo conseguíamos, y es curioso el cambio de visión que tienes de estar dentro del ejercicio o ser espectador. Poco a poco fuimos cogiendo esa escucha y en los ejercicios sucesivos fuimos mejorando. Para terminar trabajamos en grupos con la música y cuatro o cinco posiciones (y alguna más como aportación de un miembro de uno de los grupos). Ahora teníamos que prestar atención a la música, a nuestra posición y la de nuestros compañeros, a los cambios, a la mirada y la voz de Darío sin perder en ningún momento la concentración.

Después del movimiento, la risa, la escucha y la improvisación estamos deseando que llegue ya el próximo día para seguir trabajando y avanzando en este método nuevo para nosotros.

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